Cuatro palabras que a priori pueden parecer eso nada más, pero lo son todo.
Mi vida cambió radicalmente cuando decidí comenzar a escucharme y dejé de creer que me conocía y me abrí realmente a conocerme. Estaba cansada de señalar constantemente fuera creyendo que los demás tenían que salvarme. Que ellos eran los culpables de mi falta de amor propio y por ello tenían que compensarme. Pero qué equivocada estaba… Tener el foco en lo externo tan sólo me alejaba más y más de mi, de mi alma, de mi ser.
No te voy a mentir, no siempre es un camino fácil y los primeros años hubo muchos momentos en los que hubiese preferido seguir con la venda, pero una vez te la quitas nunca puedes volver a ponerla, porque en realidad nunca la tuviste puesta. Tan sólo era cuestión de mirar la realidad en sus 360º y no cerrarte en lo que te dijeron.
Comenzar a descubrirme fué el camino más maravilloso y duro que decidí caminar, pero lo elegiría una y mil veces más. Cuando te percatas de que todo lo que siempre has pedido que te brinden los demás está a tu alcance y depende de ti y solamente de ti brindártelo, la vida cambia. Bueno no, la vida no cambia, cambia tu forma de comprender la misma realidad.
Yo sé bien lo que es transitar el camino de dejar de ser la víctima para ser el responsable de tu vida, sé bien lo difícil y duro que puede llegar a ser, todas las veces que deseas cerrar los ojos, pero creéme que sólo si eres conocedor de las reglas de este juego puedes jugar.
